Carlos Arreaga trabaja en el club hace más de 10 años, y desde hace tres se para detrás de la barra, donde prepara cocteles para nuestros socios. En el Bankers, todos le dicen cariñosamente “el oso”.
Carlos nació en el cantón agrícola Santa Lucía, en Guayas. “La vida en el campo es linda, pero muy dura”, dice. No quisiera volver al campo, porque se acostumbró a la vida en la ciudad. Además, aquí viven sus cuatro hijos de 13, 12, 9 y 8 años. Habla con mucho orgullo de su rol de papá porque cumple con su prioridad, que es ser responsable y estar pendiente de lo que necesitan.
Como muchos de los colaboradores, ha estado en varias áreas del club. Ha trabajado en limpieza, en el gimnasio, en la cocina, en cafetería, en el restaurante. Una de sus experiencias favoritas fue ser salonero en el restaurante principal, por la formalidad y la etiqueta. La otra, la que desempeña hoy: coctelero.
Carlos aprendió a preparar cocteles por curiosidad. Le interesaba saber más sobre las copas, las mezclas, los vasos, las medidas. Entonces, se dedicó a hacer preguntas a los cocteleros. Él aprendió mucho de Juan Marcillo y de Jaime Suárez, y así se inició en el mundo de la mixología.
Ahora es todo un experto. Cuando los socios piden un coctel que no está en carta, averigua cómo hacerlo y lo prepara: “Igualito o incluso mejor”, dice. Dentro del bar, también ha colaborado con la creación de nuevos cocteles, entre esos, combinaciones con gin, whisky, vodka, varios tipos de micheladas.
Los favoritos de Carlos son los cocteles con gin y el tinto de verano.

En febrero, la nueva creación es el coctel de rosas.
Carlos encontró su vocación: ser coctelero del Bankers. “Ser coctelero no es una afición, es una profesión”. Algún día, cuando sus hijos sean mayores, les enseñará lo que ha aprendido en el piano bar del Bankers. Mientras tanto, sus mezclas e invenciones seguirán deleitando a los socios del Club.