Hace más de un siglo, un hacendado llamado Paulo Vieira le dio un combinación de miel, lima y ajo sus trabajadores, enfermos de gripe española. Para mejorar el efecto terapéutico, le añadieron un aguardiente autóctona de Río de Janeiro, la cachaza. En esa época de pandemia, nadie podría siquiera sospechar que la bebida que Vieira ideó como un remedio se convertiría en uno de los cocteles más populares del mundo —y en una marca de identidad brasileña.
A medida que la gripe española pasaba, la bebida cambiaba de fines: le redujeron los niveles de ajo y miel, y en su lugar se añadió azúcar para compensar la acidez de la lima. En un momento, dieron con las proporciones que permanecen hasta hoy. En algún momento, alguien le añadió grandes cantidades de hielo machacado para sofocar el calor brasileño. Tal fue la popularidad de la bebida inventada por Vieira, que hubo que ponerle un nombre. La bautizaron como caipirinha, una conjunción de las palabras ‘caipira’ y de ‘Curupirinha’. Caipira era un modismo empleado para referirse a los campesinos que antiguamente habitaban los bosques. ‘Curupira’, un demonio mitológico que vivía en los montes y cuyo diminutivo es ‘curupirinha’.
La cachaza que le da el componente alcóholico a la caipirinha tiene, también, una historia propia. A inicios del dieciséis, los portugueses introdujeron a América la caña de azúcar, traída desde el Sur de Asia. Muy pronto, se convirtió en una fuente de destilados. En Brasil, la cachaza era la espuma que se producía cuando se purificaba el caldo de la caña de azúcar. Como era un residuo, se la servían a los animales y a los esclavos. Sin embargo, un tiempo después alguien la produjo en un alambique de barro, y un par de siglos más tarde, en un alambique de cobre. Así nació el aguardiente que hoy es tan popular.
Como tantas cosas en el mundo, la cachaza se hacía también en otros lugares, remotos y distantes. Los brasileños quizá no lo sepan, pero los antiguos egipcios ya la preparaban, aunque la usaban para curar dolencia, inhalando el vapor que se producía al hervirlo. Los griegos, fueron, sin embargo, quienes pusieron la cachaza a destilación y le dieron su primer nombre ácque ardens —agua ardiente.
Con el paso de los siglos, los vestigios egipcios y griegos han ido borrándose de la cachaza. Hoy es una marca de brasileñidad, como el jogo bonito o el carnaval de río. Tiene entre 38 y 51 grados de alcohol, y es el ingrediente principal de la caipirinha, el cóctel emblemático del gran país sudamericano.