De sus 55 años cumplidos, Enma Vaca, ha dedicado 32 a dar masajes y 19 años a hacerlo en el Bankers. El gusto por lo que hace se le nota enseguida. Habla con pasión de cada detalle de su trabajo. Cuenta con elocuencia cómo aprendió, dónde estudió, qué prefiere tratar, qué tipo de tratamientos hace… Disfruta su día a día en el Club, en donde hace masajes reductores, antiestrés, para descontracturar músculos y hasta para ayudar a tratar ciertas dolencias a las que los socios no les han hallado solución en otras manos.

Su primer acercamiento con su oficio fue muy joven, cuando empezó a trabajar como recepcionista en una clínica estética de Guayaquil. De a poco, se fue interesando en lo que hacía la médica que allí atendía y empezó a ayudare con los tratamientos, a hacerle preguntas, a mirar cómo limpiaba un rostro o aplicaba un tratamiento. Su jefa se dio cuenta de su habilidad; empezó a enseñarle y la incentivó a estudiar. Luego de tres años de estudios en la Universidad Estatal de Guayaquil, y uno de prácticas, se graduó de tecnóloga médica.

“Hay socios que vienen estresadísimos o con mucho dolor”, dice. Y recuerda que en varias ocasiones sus manos han hecho magia. “Una vez un socio tenía un dolor muy fuerte y no le funcionaba ni la rehabilitación. Yo le dije que venga tres veces por semana y que repita unos ejercicios en su casa, así se le descontracturó el músculo”, cuenta.

Sus horarios en la semana son rotativos; a veces en la mañana, otras en la tarde, pero el Club ha sido como una casa para ella, en la que ya conoce a todos los socios y empleados. El embarazo de sus dos hijas los pasó allí, trabajando. Hoy, ellas ya crecieron: Emely tiene 20 años y Angie 15. Sofía, es su pequeña nieta de cuatro años. Todas viven juntas. “Mi casa es una casa de mujeres”, dice, sonriendo.
Para complementar sus estudios y la experiencia que le da el día a día en el Club, Enma ha seguido cursos de nutrición, cuidados al adulto mayor y trabajo con químicos, pues cree que es importante estar al día. Por su lado también investiga, lee, busca lo que no sabe para darle una solución a cualquier malestar con el que un socio llegue a donde ella. Así, le ayudó a una socia con un problema estomacal que nadie lograba controlar. “Solo con masajes en el vientre, tres veces por semana y se curó”, recuerda. Y por eso, le tienen cariño. Muchos incluso la buscan a ella, como a su masajista elegida y ella se siente satisfecha cuando sus hábiles manos logran ayudar a la recuperación de un socio.