Aunque muchos lo asocian con la celebración católica de la Semana Santa, el origen de la fanesca se remonta a la época prehispánica, cuando los indígenas celebraban el Equinoccio de marzo, cuando el sol alcanza el punto más alto en el cielo y los dos polos se encuentran a una misma distancia del sol, emanando la misma luminosidad para ambos lados del planeta. Este festejo, conocido en el mundo indígena como Mushuc Ninca o Día del Fuego Nuevo, ocurre cada mes de marzo. En las creencias ancestrales, esta fecha implicaba el inicio de un nuevo ciclo, que coincidía además con la época de cosecha de granos tiernos como habas, mellocos, choclos y fréjol.
Siglos después, con la llegada de los españoles, la costumbre iniciada por los indígenas se cristianizó. Como en distintos aspectos culturales y religiosos, en el caso de la fanesca —denominada Uchucuta por los indígenas—, los españoles utilizaron los símbolos paganos para mezclarlos con aquellos que representaban al catolicismo. Durante la celebración de la Semana Santa, se adoptó el simbolismo de la religión importada por los españoles: los granos serían doce en representación de los doce apóstoles. Se agregaron además los productos de consumo de los europeos: leche y pescado.
El primer libro de cocina impreso en Quito en 1882, del autor Juan Pablo Sánz ya habla de una fanesca muy similar a la que conocemos hoy en día, con las masitas, las rodajas de plátano frito, las rebanadas de huevo y el ají.
Más de un siglo después, la tradición no muere. Los fanáticos de la fanesca esperan con ansias la época de Semana Santa para poder degustarla. En el Bankers no perdemos ocasión de compartir lo mejor de la gastronomía, y por eso, del 14 al 27 de marzo, hay fanesca para todos; para degustarla en el Club o llevarla a casa. Cualquier opción funciona, la idea es mantener la tradición culinaria que enriquece nuestra cultura y –por supuesto– mimar al paladar.