El consumo de vino – tan común hoy en día – no existió en América Latina, hasta la llegada de la conquista española. Fue alrededor del siglo XVI, que los españoles trajeron con ellos, productos básicos de la dieta mediterránea: trigo, olivo, y por supuesto, vino.
Los primeros españoles tenían al vino como parte de su vida cotidiana y para ellos, era indispensable para mantener los ánimos elevados, en medio de las dificultades que atravesaban en el continente americano. Ese interés tan personal en el vino, fue el que motivó el cultivo de la vid.
En América del Sur, el principal polo vinícola entre los siglos XVI y XVII fue en Perú. En las haciendas – sobre todo aquellas ubicadas en Ica y Moquegua – se empezaron a preparar los primeros vinos sudamericanos. Los conventos y monasterios adaptaron la idea de los viñedos europeos en tierras americanas y se convirtieron en centros de capacitación de mano de obra.
Sin embargo, Perú como un eje central en la producción de vino, duró poco, pues los viñedos sufrieron grandes daños a causa de terremotos y explosiones volcánicas, por lo que la producción vinícola se trasladó hacia el sur.
Chile y Argentina se convierten en las tierras predilectas para la producción de vino, pues los climas y los suelos favorecían el crecimiento de la vid.
Desde entonces, el vino se fue incorporando a la nueva cultura mestiza. Hoy, Chile y Argentina son grandes productores y exportadores de vinos.
En el Bankers, sabemos apreciar el buen vino sudamericano, y a partir de enero de 2016, nosotros invitamos la primera botella que pidan nuestros socios durante la cena. Empezamos con el vino chileno, Takún.
Así, con un buen vino y en buena compañía, empezamos entusiastas el 2016.