Nadie se siente más bienvenido que cuando lo invitamos a nuestra mesa. Si se piensa en la comida ecuatoriana —un locro de papas humeante, unas uñas de cangrejo encocadas— se pregunta cuántas expresiones diferentes encontraríamos si —como dice José María León en su ensayo Come mientras me hablasnuestra gastronomía fuese ser nuestra forma de saludar. En el Bankers Club Stéphane Richard —su chef ejecutivo— ha incorporado el rico lenguaje de la gastronomía ecuatoriana a su carta.

Es una variedad de platos que dispara la memoria. Esos que añoramos cuando estamos lejos de casa y que significan nuevas experiencias para los extranjeros: mariscos de la Costa —frescos y generosos—, papas y las carnes de la Sierra —versátiles y de sabores intensos—,  empanadas y muchines —humeantes y deliciosos a cualquier hora y con cualquier pretexto—, higos con miel y arroz con leche —punto final a la comida, pero puntos suspensivos de toda sobremesa que se respete.

Stéphane Richard elaboró una propuesta variada y con un toque personal. Se trata de que los ceviches de pulpo, concha, cangrejo o langostinos, hablen por sí solos. De la carta del Bankers saldrán, también, seco de chivo, encocado de pescado, caldo de patas, yapingacho, chupe de pescado, menestra, lomito salteado. Se servirán en las mesas de nuestros socios, para estrechar amistades, cerrar negocios, trazar planes. vínculos. Porque esa es la gracia de sentarnos —o invitarnos— a compartir los alimentos: nos ayuda a crear vínculos. A la mesa nos sentamos entre colegas, socios, amigos. Allí aprendemos conversamos, intercambiamos experiencias, conocemos, reconocemos y recomendamos sabores, descubrimos texturas. A eso nos sentamos a la mesa en el Bankers que ahora diversifica su oferta e incorpora la diversa y versátil cocina local.